Estoy tan verde que ni siquiera me he caído aún del guindo.
Diciembre empieza como acabó Noviembre.
Han sido muchas mañanas frías, lluviosas, ventosas, nevosas, tediosas.
Constato que lo que tienen los puentes es que mientras que media España se queda de vacaciones la otra media trabajamos por dos para los que están de vacaciones. Que, invariablemente, a menor tráfico más conductores vialmente salvajes al volante. Así que también toca conducir por dos.
La conjunción del inminente 2011 que viene cargando con los treinta a cuestas y el reciente descubrimiento de Rock&Gol me tienen imbuída en una regresión vital que oscila entre la apatía y el desenfreno pelín encorajinado. Nunca hasta hoy me había planteado que apurar tontamente hasta la última gota del vaso podía ser un fin en sí mismo. Una y otra vez, y otra vez, otra vez, vez...? Sí.
Así que con un respetable cargamento de porquerías recolectadas del Erosky que hay junto a casa mi alien labial y yo pensamos estar tiradas (un alien hembra) en el sofá viendo tele hasta que me vuelva gilipollas (sí , se escribe así) del todo, que es lo que realmente me hace falta, siendo la perspectiva de una noche de música y alcohol sin fin lo único qué tal vez me arrancaría hacia el mundo exterior dispuesta a buscar un límite que se presenta difuso.
Conste que ya lo advertí, tan verde, tan verde, tan verde, que aún me aferro fuértemente a mi guindo, y eso que hasta hoy ni siquiera estaba segura de saber lo que era ( y hasta le tenía una foto hecha) :
Noviembre.
A la lluvia, el frío y la oscuridad, solo le faltaban Aute y los ajos pochos.
Noviembre.
A la lluvia, el frío y la oscuridad, solo le faltaban Aute y los ajos pochos.
Punto y aparte.
El fin del mundo llegó paradójicamente tarde.
Punto y aparte.
El fin del mundo llegó paradójicamente tarde.
Indiferencia.
No llores, me estás mojando.