秘密兵器 (himitsu heiki, arma secreta) |
En el no-va-más de mi carrera hacia las cumbres del arte de la cocina sin cocina (que si fuera un arte marcial se llamaría algo así como mu-daidokoro-dou o el camino de la no-cocina 無台所道<---parida mental de las 00:45, que es lo que pasa por ponerme a actualizar a estas horas) me he agenciado con una nueva arma secreta: ni más ni menos que la famosa suihanki (炊飯器) o en cristiano, cacharro para cocer arroz. Este modelo incluye, además de funciones de programación, la peculiaridad de que cuando inicias la cocción suena "Campanitas del lugar" a todo volumen y cuando el arroz está listo suena otra melodía igual de discreta que aún no he logrado identificar.
Pero como no sólo de arroz (blanco) vive el hombre, me he pertrechado también de munición eficaz:
Recetas en jeroglífico para cocineros audaces |
Además por fin conozco la ubicación del supermercado más cercano a la residencia (yo que creía que era una leyenda urbana) y aparte de estar bastante bien surtido lo mejor es que es ¡24 horas! así que si se me antoja hacer una paella a las 5 de la mañana no habrá quien me lo impida. El camino, eso sí, es sólo para iniciados y atraviesa una especie de solar que a mí curiosamente me resulta un sitio muy evocador. Los zombies que habéis deambulado por aquí comiendo cerebros con palillos ya sabéis que a pesar de la imagen que se tiene de Tokio en plan rascacielos y bullicio, en cuanto te alejas un poco del centro (un par de calles, en serio) lo que predomina en realidad son casitas bajas y barrios residenciales. Yo ahora vivo en un barrio especialmente residencial de casas unifamiliares y coches lujosos, pero no por eso los ángulos de las calles van a ser más rectos, Tokio es así... El solar al que me refiero en realidad tiene una calle central asfaltada pero está todo tan dejado y comido por la vegetación salvaje (cuya altura oscila entre mi cintura y mi hombro) y está entre dos bloques de edificios altos de apartamentos como los que salen en las "Pesadillas" de Katsuhiro Otomo, el autor de "Akira". Normalmente voy a comprar de noche porque es cuando vuelvo a casa (vaya que si agradece lo de las 24 horas) y tiene una extraña belleza (al menos para mí) el contraste de encontrar un lugar tan salvaje y olvidado en medio de un barrio tan urbanizado, ver la cabina solitaria en medio de la nada y andar por el sendero de cemento que serpentea entre el bosque de hierbajos (que dentro de poco van a ser un verdadero parque temático para los mosquitos), algunos árboles y bancos devorados por la masa verde entre los dos mamometros impersonales de cemento...es lo que tiene esta ciudad que nunca deja de sorprenderte. Otra calle cerca de la residencia tiene mucho tráfico pero doblas una esquina y ¡zas! un campo de coles de repente, igual que puedes encontrar un templo diminuto enclavado entre dos rascacielos en pleno Shinjuku, no me extrañaría que los urbanistas japoneses estudiaran alguna asignatura en la carrera que se llame "factor sopresa".
Aparte de que Tokio sea un caos callejero, la mayoría ya sabéis que tengo un don que roza lo sobrenatural para perderme, así que he venido al mejor sitio para desarrollar mis cualidades al límite. Y puede que sea un poder contagioso, porque la otra noche volvía de la universidad con otros compañeros en un grupo de 5, en el que 3 personas tenían GPS en el iphone. Pues bien, nos perdimos, MUCHISIMO. Estuvimos vagando por las calles oscuras dando vueltas y revueltas porque el GPS nos llevaba todo el tiempo a calles sin salida (aquello parecía el argumento de una peli de terror adolescente), mientras las no portadoras de GPS llegamos a la conclusión de que es una suerte poder perderse igual con un móvil más barato...
Tuvimos que andar más de lo previsto también porque nos bajamos en una parada de tren anterior, ya que debido a un "accidente personal" -eufemismo con el que nombran a los suicidios en el tren- estuvieron paralizadas las líneas durante más de una hora y después seguían estando desajustadas. Aunque a nadie pareció afectarle especialmente aparte de por el evidente retraso, a mí me entristeció porque tenía la esperanza de con todo lo que ha sucedido con el terremoto y las centrales nucleares, la gente tomaría más conciencia y apreciaría más el valor de la vida. Quizá la vuelta a la normalidad tenga de malo eso...que vuelves a la normalidad con todas sus consecuencias, si es que a la tasa de suicidios japonesa se la puede llamar "normal". De todas formas no sé si estaré siendo demasiado optimista, pero tengo la sensación de que este año estoy viendo muchos menos suicidios en los trenes que en mis anteriores estancias. Tendré que esperar para contrastar datos de alguna forma y ver si de verdad es así, pero quisiera creer que algo está cambiando y que todo lo que ha ocurrido va a servir para algo...
Por cierto que ayer tuvimos dos terremotillos más, el primero fue en clase y la profesora hasta abrió la puerta y todo "por si acaso" porque al estar el aula en la planta 7ª del edificio se movía bastante, precisamente porque los edificios japoneses están construidos para ser muy flexibles y mecerse con los temblores. Y hablando de otro tipo de temblores, el martes hice por fin mi temida exposición del seminario de postgraduado y no me fue mal del todo. La profesora incluso se mostró congratulada y me dijo que podía pasar a la final, digooooo que le parecía un tema muy interesante y que esperaba con ganas ver mis progresos (toma, y yo). Así que aunque no hice gala de un japonés impecable que digamos al menos sobreviví a la prueba, al menos hasta el próximo reto, pero he de decir que pasé mucho miedito los días anteriores. De hecho tuve la suerte de contar con la ayuda y solidaridad de mis compañeros, que se interesaron, me aguantaron, ayudaron y echaron una mano con la presentación y mi drama personal. La noche anterior estuvimos hasta las 3 de la mañana en la sala común con mi portátil y mis ángeles de la guardia (francesa y uzbeko respectivamente) aportando ideas, poniéndome a prueba con preguntas capciosas y obligándome a ensayar inflexibles látigo en mano porque me atrancaba con el japonés que daba gusto. Incluso otro compañero canadiense que estaba haciendo su propio trabajo me echó una mano con el repaso del esquema en inglés. La verdad es que no, no me puedo quejar y aunque la residencia no tenga las instalaciones más nuevas y sofisticadas de Tokio por momentos como ese no la cambiaría por nada.
Para despedirme (antes de seguir poniéndome sentimental) y enlazando de nuevo con temas culinarios alternativos, no me resisto a enseñaros este video que encontré en Facebook y me hizo mucha gracia.
Behold the glorious Pad Thai!!!!